Según la Consultora W, la clase media argentina volvió a sufrir cambios como consecuencia de la crisis económica que atraviesa el país. Los especialistas publicaron la nueva pirámide social y explicaron cuáles son las actividades, sueños o compras que los argentinos fueron relegando para llegar a fin de mes.

Esta semana se conocerá la inflación de julio: qué anticipan las consultoras

Según los datos difundidos, los dos fragmentos en que se dividió la clase media llegan al 42% (la media baja 25% y la media alta 17%). Además, el desprendimiento de la estructura socioeconómica argentina derramó en la clase baja no pobre y ensanchó la base pobre de la pirámide social, y entre ambas ocupan el 53% de la sociedad.

(Fuente: Consultora W)

El techo, el auto, las vacaciones, la salud y la educación con pretensiones de calidad, los haberes jubilatorios, el confort hogareño, las salidas, no son fáciles de eliminar como deseo colectivo de clase para el 28% aritmético que dejó de pertenecer por la pérdida constante de poder adquisitivo en sus ingresos.

La lucha de los argentinos cada mes

La consultora destaca que la lucha involucra a los alimentos y los servicios esenciales, como el agua, el gas y electricidad, los financieros, prepagas, educación, gastos comunes por la vivienda e información y comunicación, sin contar el techo propiamente dicho.

Debajo de esa línea queda la pobreza y por arriba el escalón hacia la idea de bienestar que encarnaba la pertenencia a la clase media y que se ha ido alejando del alcance.

Guillermo Oliveto y su equipo de sociólogos y antropólogos chequearon la nueva identidad de la clase media residual a través de 10 focus groups, que además de las cuestiones económicas, abordaron también la temática cultural, educativa, además de repasar hábitos y costumbres, así como valores, ideales, hitos e íconos.

Los estímulos de los argentinos: de la casa propia al celular y el viaje

El celular, la laptop, la ropa y el viaje se convirtieron en los nuevos estímulos sustitutivos al sueño de la casa propia.

La pandemia fue señalada como el segundo hito. La economía, que cayó 11% en 2002 y 10% en 2020, dejó secuelas traumáticas que solo se aprecian plenamente con el paso del tiempo.

La percepción de empeoramiento de ahí en adelante se aceleró en el último año.

Entre el desmadre de la inflación en los últimos meses de 2023 -211% anual- y la recesión del actual -que se agudiza sin que se logre visualizar todavía su final-, se siente como si hubiera habido un bombardeo que terminó doblegando toda resistencia posible.

Percepciones, según desde donde se sientan

La alerta en la que ha entrado la población, frente a la desbordante aceleración de la carencia y la inestabilidad, no distingue poderes adquisitivos.

La novedad es que se agudiza en los sectores medios altos. "Es como si en una inundación el agua fuera subiendo y estuviera llegando a los pisos más altos. Son los que se ven a sí mismos como más expuestos a la nueva instancia de pérdida, no solo de calidad de vida, sino también de ubicuidad en el entramado común", graficó Oliveto.

Otras frases que rescata de los participantes: "'Conocidos míos se quedaron sin trabajo y descendieron de clase social', 'estamos en una cuerda floja, viendo qué somos, es algo muy dinámico', 'más allá de las clases altas que no pasan necesidad económica, de ahí para abajo estamos todos en una licuadora'. Frente a la incapacidad de autodefinirse como pertenecientes a las categorías clásicas, intentan hacerlo inventando otras nuevas".

Un viejo significante de los sectores populares, en el que ahora encuentran refugio aquellos que, para el rigor matemático, están en el segundo estrato más alto de la pirámide social, hace que se autodefinan como una nueva 'clase trabajadora'. Algunos se nominan más coloquialmente como una 'clase remadora'", señala.